Cómo entrenar a tu diseñador

9 may 2025

Guía práctica para comunicarte con equipos creativos y obtener los diseños que realmente impulsan tu negocio.

Si alguna vez escribiste "Hola, ¿cómo viene el posteo?", este artículo es para vos.

No sos diseñador. Pero gestionás trabajos de diseño. Y eso es un quilombo.

Te llega una pieza que no es lo que imaginabas. El diseñador se cuelga. Vos te colgás. Al final, todo llega tarde, sin convicción y con tres versiones de "la misma imagen pero con el logo más grande".

Tranqui: nadie nace sabiendo cómo pedir diseños. Por eso armamos esta mini guía de supervivencia para aprender a convivir con tu diseñador sin que sea una relación tóxica.

1. Pedidos con contexto

En un mundo ideal, cada pedido de diseño viene con su brief: un documento claro y ordenado que le dice al diseñador todo lo que necesita saber para no hacer malabares mentales.

Pero no estamos en un mundo ideal. Estamos en uno donde todo se decide por WhatsApp, con mensajes sueltos como "haceme un post para esta promo" y capturas pixeladas de referencia.

Entonces, vamos al punto: si querés que tu diseñador entienda lo que necesitás sin que tengas que explicarlo diez veces, hay cinco cosas que no pueden faltar:

  • Qué se necesita: ("10 historias para promocionar tal producto")

  • Para qué canal: ("Instagram stories", "Flyer impreso")

  • Para cuándo: ("Entrega viernes 14")

  • Qué objetivo tiene: ("Queremos que la gente llene este formulario")

  • Recursos disponibles: ("Acá están las fotos, logo y referencias")

Eso ya es un brief. Y no hace falta que sea perfecto. Lo importante es que responda esas preguntas y que esté en un solo lugar accesible para todos. Porque si está todo tirado en un grupo de WhatsApp, se va a perder. Y lo sabés. Un trello, google drive, lo que quieras.

Hacer esto bien no solo mejora la relación con tu diseñador. Mejora los resultados del negocio.

2. Más allá de lo lindo

Hay una trampa clásica en cualquier pedido de diseño: discutir si algo está "lindo".

Lo que sí importa es si esa pieza cumple su función. Para eso, el equipo tiene que tener claro hacia dónde está yendo el negocio. Qué se busca. Qué se espera.

Y ahí entran los objetivos SMART, una metodología de Google para definir metas claras y accionables. Sirven para alinear al equipo detrás de un mismo propósito y evitar decisiones arbitrarias:

  • S - Específicos: Define exactamente qué querés lograr, sin ambigüedades

  • M - Medibles: Establece métricas claras para saber si tuviste éxito

  • A - Alcanzables: Asegúrate de que sea posible con los recursos disponibles

  • R - Relevantes: Confirma que esté alineado con los objetivos del negocio

  • T - Temporales: Establece un plazo definido para su cumplimiento

Si todos saben que el objetivo es "generar 30 leads esta semana", entonces cuando llegue el diseño no se discute si el botón es verde o azul porque "queda más canchero": se analiza si ese botón invita a hacer clic.

Tener un norte común hace que dar feedback sea mucho más fácil. No es personal, es estratégico.

3. Deadlines efectivos

"Para cuando puedas", "Lo antes posible" o "Esta semana" son frases que destruyen equipos creativos.

Un buen deadline tiene tres componentes esenciales para funcionar:

  • Fecha realista: Basada en la complejidad del proyecto y los recursos disponibles

  • Prioridad clara: Dónde se ubica este pedido entre todos los demás pendientes

  • Margen para ajustes: Un buffer para imprevistos o cambios de último momento

Si no sabés cuánto puede tardar algo, preguntale al diseñador. Pero la decisión final es tuya.

Spoiler: los diseñadores (por naturaleza) estiramos los tiempos hasta el infinito si nadie nos pone un freno. Si querés que algo esté para el viernes, decilo. Y mejor si es el jueves.

Un buen sistema de deadlines evita las noches de trabajo urgente, reduce la ansiedad y mejora la calidad final del trabajo. Dedicá tiempo a planificar fechas realistas y cumplibles.

4. ¿Quién aprueba esto?

No hay nada más frustrante que terminar un diseño y que aparezcan cinco opiniones distintas con direcciones opuestas.

Cada uno con su gusto, cada uno con su visión. Y nadie que tome una decisión.

Por eso, cada proyecto necesita definir claramente:

  • Un responsable único: Una sola persona autorizada a dar la aprobación final

  • Un proceso de revisión: Cómo y cuándo se recolectan opiniones antes de la decisión final

  • Criterios de aprobación: Qué hace que un diseño sea considerado "listo" o "exitoso"

No porque las demás opiniones no valgan, sino porque alguien tiene que tomar la decisión final con la foto completa en la cabeza: negocio, objetivo, cliente, tiempos.

Esa persona tiene que saber escuchar, pero también cortar. Porque cuando todos opinan y nadie decide, lo único que crece es el presupuesto y el cansancio.

Establecer roles claros desde el inicio ahorra tiempo, frustraciones y mejora las relaciones de trabajo a largo plazo.

Bonus track: Mandá referencias

Este punto no es obligatorio, pero puede cambiarlo todo: si querés que tu diseñador entienda rápido lo que tenés en mente y evitar diez rondas de correcciones, sumá referencias visuales.

Una referencia no es más que una imagen, un ejemplo o una campaña que se acerque a lo que buscás. Algo que diga: "vamos por acá". Puede ser una publicación que viste en Instagram, un diseño de otra marca o una estética general que te gustaría replicar.

¿La clave? Que esté validada antes de empezar. Cuando eso pasa:

  • El diseñador ya sabe qué tipo de resultado estás esperando

  • Vos sabés qué tipo de respuesta vas a recibir

  • Se reducen drásticamente las rondas de correcciones

  • El proyecto avanza con mayor confianza de ambos lados

Si el objetivo es performance, es mejor que la referencia venga de tu lado. Nadie conoce mejor a tu cliente que vos. Si el objetivo es algo más estético o conceptual, ahí sí dejá que el diseñador proponga.

Un par de ejemplos claros al inicio pueden ahorrarte horas de trabajo después.

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En resumen:

Gestionar diseños sin ser diseñador es una habilidad que se aprende. Pero también se puede delegar.

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